Ante la supuesta creciente oleada de inmigrantes que llegan a nuestras costas españolas; si de algo se habla estos días; es sobre si se debe prestar ayuda a los migrantes económicos y asilo a los refugiados que diariamente se juegan la vida cruzando unas fronteras creadas por los hombres.
Unos migrantes que algunos nos venden como una amenaza para la seguridad de nuestros sistemas cómodos de vida y que se han convertido en una pelota caliente que nadie quiere y que todo el mundo se pasa para no tener que asumir responsabilidades. Violando así el cumplimiento de tratados internaciones, leyes de asilo, y en definitiva de Derechos Humanos reconocidos universalmente.
Un rechazo a nuestro propio pasado histórico y orígenes como pueblo emigrante que fuimos en los momentos de más necesidad. Y es que, quién no tiene, tuvo o ha conocido a algún abuelito que no pasara años en la por entonces, próspera Venezuela, o en la nueva Alemania. Conocidos somos los españoles como «gallegos» en Argentina, debido al gran número de emigrantes gallegos que partieron para esas tierras.
No era fácil, otro idioma, otras costumbres, sin la familia. Pero aunque fuera difícil, ellos sabían que tenían que aguantar y hacer lo que fuera por ahorrar y mantener a sus familias; que con mucho esfuerzo y sacrificio, tras unos añitos volverían a su hogar con los suyos y sin las penurias de antes.

Pero con el paso del tiempo, nuestros abuelos, tanto los que se fueron como los que se quedaron, fueron levantando el país. Se creó una cierta estabilidad social y nuestros padres ya empezaron a disfrutar de ciertas comodidades sociales; hasta llegar a nosotros y nuestros hijos, quienes no llegamos a sentir tal sacrifio.
Nosotros lo tenemos más fácil; el desarrollo de las políticas comunitarias nos permite viajar libremente por Europa, con una misma moneda en la mayoría de estados, un nivel de vida similares, y sobre todo, con un mayor sentimieto de solidaridad y cohesión entre nosotros. Un sentimiento que se diluye cuando los que quieren entrar a nuestro país provienen de Estados pobres; o mejor dicho, Estados que no pueden ofrecernos nada, que en un principio -o eso dicen algunos políticos-, no nos aportan más que gastos.

Así pues, hemos llegado a un sistema económico mundial corrupto, desigual y discriminatorio que da la mano a políticas injustas, que no permiten a la mayoría de los países en vías de desarrollo y no desarrollados, explotar sus propios recursos naturales y establecer unas garantías de derechos mínimos que les permitan llevar una vida digna y en paz.
Y es que, cuando uno empieza a investigar y formarse sobre el tema, se encuentra con un panorama que va más allá de lo superficial que nos venden en los noticieros. Uno se choca con una realidad desoladora llena de conflictos de interés donde el pez se muerde la cola.
Unas fronteras que, sin embargo, se han visto derribadas para la compra-venta de bienes y servicios que puedan suponer un beneficio económico en el primer mundo; aun a costa de saber que muchos de estos productos provienen de guerras y/o de la explotación de seres humanos. Pero eso no importa, ¡mientras en el primer mundo vivamos bien y no nos falte de nada…!
Pero qué buen porte tienen nuestros ministros en las recientes reuniones en Naciones Unidas! Qué buen ejemplo de sociedad avanzada y diplomática que busca la igualdad y la promoción de los Derechos Humanos! Por qué llevamos desde 1990 cuando se redactó el tratado, sin trabajar en medidas efectivas que garanticen el equilibrio de los flujos migratorios, un orden que beneficie tanto a los inmigrantes que buscan un futuro digno y un bienestar para los ciudadanos nacionales del estado acogedor?
Estos trabajadores explotados y que viven en condiciones infrahumanas, en ocasiones en ambientes castigados por los efectos del cambio climático y los residuos tóxicos que producimos y enviamos. Otros muchos, dentro de un clima hostil y entre guerras, son parte de los supervivientes que se aventuran a dejar sus familias y llegan a nuestros primeros mundos en busca de un futuro.
Son víctimas de la tiranía de sus gobiernos despóticos, víctimas de la hipocresía de un primer mundo que se covierte en cómplice; víctimas también de la falta de concienciación de los que los consumimos a sabiendas, víctimas de una economía de consumo desmedido e irresponsable que necesita de una mano de obra barata
Todos en esta vida queremos progresar y avanzar, y ahora tenemos la oportunidad de convertirnos en los guías y en el ejemplo de que es posible. Que nuestra historia siempre nos sirva para aprender y evolucionar; y no involucionar a seres egoístas y soberbios. Qué nunca nos creamos estar por encima de alguien. o con más derechos que otros, que no han tenido la suerte que hemos tenido de nosotros de haber nacido donde hemos nacido.
No os dejéis contaminar y que os desvíen la atencion de lo que realmente está sucediendo y donde realmente se encuentra el agujero del gasto en este país. Los inmigrantes y refugiados -SERES HUMANOS-, no son el problema. El problema es no contar con personas -dirigentes-, que conozcan la realidad mundial actual, que no conozcan a su pueblo, que no conozcan lo que está sucediendo en sus calles y que no sean capaces de gestionarlo con políticas y presupuestos adecuados.
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